MIRAR INGENUO - Carlos A Cedano.


MIRAR INGENUO
Carlos A Cedano. 


Aquella tarde de verano  fue muy preocupante para  Chayo. Contribuyó para eso un incidente que ocurrió en casa antes de ir para la escuela.

Chayo acostumbraba a pasear por los techos de las casas vecinas para dar rienda suelta a sus fantasías, descansar y cuidar las cosas que escondía en de techo. Tenía ahí   rapadura y hondas entre otras cosas. Era su escondrijo secreto, era su mundo.

Esa tarde, por vuelta de las 14 horas, su tía Rosita gritó para que se apure ya que era hora ir para la escuela. Chayo comenzó a bajar por el muro de adobe que separaba la casa de la tía Rosita de la de don Desiderio, el carpintero del barrio.  Fue en este momento que  hubo el incidente que originó el drama de Chayo y dejó a su tía furiosa. Mientras salía corriendo su tía, gritando, le dijo que cuando regresase tendrían una conversación y que también le contaría lo ocurrido a su papá.

A cada momento de esa tarde Chayo se decía a si mismo que don Desiderio no podía mentir de esa forma ya que él no estaba trabajando, con seguridad, no estaba trabajando. Lo que más lo preocupaba era la amenaza de la tía Rosita de contarle todo  lo ocurrido a su padre que era de un temperamento fuerte y rígido,  chapado a la moda antigua, una fiera de temer. Su frase favorita era de que la letra y la educación con sangre entran.

Al cabo de las clases, Chayo comenzó a caminar para su casa, el recorrido que lo hacía en 10 minutos  esta vez demoró 25.

Cuando llegó en  casa en el fin de la tarde, se sorprendió con el número de personas, 15 mujeres más o menos, entre las cuales señoras casadas,  viudas en su mayoría y otras solteronas involuntarias. 

Lo recibieron con sonrisos y  expresiones de cómo había crecido, como era educadito etcétera, etcétera.  Mi tía puso orden y dirigiéndose a Chayo le  dijo, ¿Carlos, puedes contarles a mis amigas lo que sucedió hoy con don Desiderio?

La primera cosa que se le ocurrió fue afirmar que el carpintero  no estaba trabajando y comenzó contar su relato muy tenso y casi llorando.

Chayo dijo que cuando bajaba por el muro para ir a la escuela vio dos personas que parecían estar luchando encima de una estera. Una de las personas, luego percibió, era don Desiderio, lo curioso era que cada vez que el carpintero hacia un movimiento que parecía levantarse, la otra lo jalaba. Que lucha rara pensó Chayo.
De repente, la otra persona levantó el rostro y lo vio sentado sobre el muro, salió corriendo para una de las habitaciones  de la casa.  Ah!...es una mujer  y…. es doña Rita la mujer del bodeguero!, pensó el muchacho

En eso don Desiderio volteó la cabeza y  vio al muchacho y amarrándose la sábana comenzó a gritar, señora Rosita, señora Rosita, señora Rosita! La tía llegó rápidamente y preguntó ¿Qué fue vecino?  Su sobrino señora Rosita, que está molestando y no me deja trabajar.

Chayo quedó sin reacción por algunos instantes pero luego trató de explicar para la tía lo que estaba realmente pasando. ¿Entonces, será que interrumpir el trabajo de una persona es considerada una falta grave? Se preguntó Chayo.

Tía, él no está trabajando, él estaba…. En eso don Desiderio lo interrumpió nuevamente diciendo mentira, mentira señora Rosita lleno de rabia y comenzando  a quedar fuera de sí. 

Chayo levantó la voz  para que la tía escuchase su versión de los hechos y dijo tía, él no estaba trabajando, estaba peleando con Doña Rita, tú la conoces tía, es la mujer del bodeguero y cuando la vi corriendo para el cuarto me di cuenta que estaba pelada. Así como está Don Desiderio ahora.

A esa altura Don Desiderio estaba para tener un infarto. La tía gritó, baja  ya muchacho de mierda y vete al colegio.

Cuando acabó el relato, una de las señoras, con una sonrisa de complicidad, le trajo un enorme pedazo de torta. También le dijo que  podría repetir cuantas veces quisiese.


Chayo estaba confuso y desorientado, llevó algunos años para  que pudiese comprender toda la rabia  y preocupación de don Desiderio, pero con seguridad no estaba trabajando.

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